La semana pasada, fue reeditado el libro ‘The Writing On the Wall‘, el libro de Roger Perry que recoge las imágenes de los primeros grafitis de Londres. George Stewart-Lokhart, historiador del arte y editor, y autor del prólogo de esta nueva edición de la obra de Perry, ha hablado con la revista VICE sobre algunas de sus tomas más sugerentes.

El mundo del grafiti londinense no siempre ha girado en torno a grandes murales o visitas artísticas a Shoreditch (barrio de Londres). Hace cuarenta años, a raíz de los disturbios de 1968 en París, Londres se vio inundada por una ola de pintadas cargadas de significado político y poético, garabateadas en vallas destartaladas de hierro en los edificios en ruinas de Notting Hill por los miembros de esa generación desilusionada nacida después de la guerra.

El estilo de estos chicos era muy diferente del que en ese mismo periodo se estaba gestando en Nueva York. Mientras que los trenes del metro de Manhatthan estaban cubiertos por el wildstyle que aún hoy se pueden ver en los escaparates de las zapaterías, el grafitero de Londres se centró en el mensaje: el estilo no era lo importante. Más Blake que Basquiat, de hecho.

Estos grafiteros no eran “artistas” tal como los concebimos actualmente, sino más bien poetas, escritores y, por supuesto, revolucionarios.

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Hay uno en particular que no puedo sacarme de la cabeza: un largo insulto contra la banalidad de la vida de las personas que deben viajar cada día en transporte público para ir al trabajo, escrita a lo largo de las líneas Hammersmith y City entre las estaciones de Ladbroke Grove y Westbourne Park. Es un trabajo colectivo de David Wise, Chris Gray, Don Smith y Madeline Neenan y, para ser sincero, es de antes de los disturbios de mayo del 68, ya que se remonta a enero de ese año.

La tradición de grafitear los metros está muy establecida en la actualidad, pero esta fue una de las primeras expresiones del movimiento en Londres. Hoy en día, al coger esa línea de metro, se puede ver que por todas partes hay capa sobre capa de grafitis y throw ups (un tipo muy simple de grafiti), algunos de los cuales no duran más de unas pocas semanas antes de ser eliminados o cubiertos por otros grafitis. Siempre me emociono cada vez que veo algún Tox04 que ha sobrevivido durante al menos diez años en algún lugar inaccesible de un puente ferroviario. Ese es uno de los pocos grafitis que se han mantenido intactos durante diez años, lo que, si se piensa en la actualidad, resulta increíble.

 

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